Ahora empiezo a tocar otras cosas soy prisionera en esta casa o tal vez sea apenas, simplemente, un fulgor semejante a la unidad del intelecto común. Y es que no quiero dejarte ir y me contraigo y me expando sin sentido aparente hasta sentirme una mujer entera en el momento decisivo de estar a tu lado esa y ninguna otra , esa totalmente ciega de mi. Soy yo pues en este instante el pensamiento de los dos y, hay donde queda tanta astucia girando como lento remolino del adiós, si tan sólo pudieran estas alas con esta lucha de vivir conmigo y llevarme a donde voy sin tantas pisadas en la memoria, no habría ya tanta mitad que consiguiera acabar con la insaciable tiniebla de la muerte.
Reponer fuerzas y hacer disciplinas qué más da si nuestras sombras son iguales si somos viento vacío cubiertos por las costras de otras pieles que se extienden enteras a través de la absurda nostalgia.
Qué más da si inventamos encontrarnos entre ruidos de lluvia incapaz de golpear y sin embargo pronuncian nuestros nombres.
Nuestras tierras compañero están sordas y llenas de vergüenza y ya sólo escuchan esas voces desconocidas resbalando por nuestro dolor; sí, nuestro dolor de no poder acabar con la enorme soberbia de todos los silencios.